sábado, 28 de febrero de 2009

LA PATA DE OCA O CRUZ ANKSADA

El Signo de La Oca

El nombre de la Oca se ha mantenido en diversas expresiones lingüísticas europeas. En España se ha mantenido el nombre Oca, pero es más usada la expresión ganso o ansar.
En Francia ha persistido una forma lingüística pre indoeuropea: Oie, Auch, Ouche. El aporte indoeuropeo ha entregado la forma derivada del sánscrito Hamsa, que se ha transformado con el uso en Ganso y Gansa, Ansa y Anso. En inglés se ha convertido en “goose”, forma popularizada por las rimas infantiles (tal vez, reminiscencias de las antiguas runas celtas) conocidas como “Mother Goose” (Madre Gansa).
El problema para descifrar el mito de la Pata de la Oca se ha visto imposibilitado más que nada por las numerosas historias que sobre ella se cuentan, lo que provoca confusión y, a veces, abiertas contradicciones.
Algunos investigadores han sostenido incluso que podría no tratarse específicamente de la Oca, sino de cualquier otro palmípedo. Se da como posibles al cisne y al pelícano. Particularmente este último por la historia que se cuenta de que alimenta a sus polluelos hasta con sus propias entrañas.
Pero el nombre de la Oca vuelve a aparecer la Oca en expresiones lingüísticas de indudable antigüedad, especialmente en el sonido para llamar a las Ocas a su corral:
“Aku, auk” y en la expresión “Antzara”, de evidente raigambre en la indoeuropea “Hamsa”.
Robert Laffont, en su “Diccionario de los Símbolos”, indica que la Oca tuvo gran importancia en el Egipto de los faraones. Por ejemplo, el jeroglífico de Geb, heredero del trono de Horus, es una Oca y una pierna. Agrega que cuando los faraones fueron identificados con el sol, su alma fue representada en forma de una Oca, ya que la Oca es el sol salido del huevo primitivo.
Expresa también que las ocas eran consideradas como mensajeras entre el cielo y la Tierra. El advenimiento de un nuevo rey era anunciado, entre otros rituales, soltando cuatro ocas hacia los cuatro puntos cardinales.
Para los celtas, la oca también era un mensajero de otro mundo. Los romanos, por su parte, le prestaban especial cuidado, pues fueron las ocas, los gansos del Capitolio, los que avisaron a tiempo un ataque sorpresivo.
Charpentier afirma que en cualquier mitología la oca es un símbolo que refleja al “iniciado” y ello se da desde la más remota antigüedad.
Habitualmente la Oca es simbolizada por su pata, lo que parece correcto por ser éste el principal signo distintivo de ella.
En todo caso, es importante la dirección que adopta el signo de la Oca. Veremos como los clasifica Charpentier:
“Estilizado, y dirigido hacia abajo, se reduce a tres trazos divergentes, unidos o no en la cúspide”.
Se asegura que este signo habría sido uno de los símbolos de enseñanza de los druidas.
Curiosamente este signo ha sido rescatado por la subcultura “hippie” aparecida en la segunda mitad del siglo XX, que lo ha enmarcado en un círculo y lo ha llamado el “signo de la Paz”.
Siguiendo con la clasificación del estudioso francés, vemos que “estilizado y dirigido hacia arriba, representa el tridente, que es el arma de Poseidón, el dios de la raza Atlántida, el dios marino que los latinos convirtieron en Neptuno”.
En esta forma de tridente, la pata de la Oca también se encuentra grabada en una montaña de la costa del Sur del Perú, dejada por alguna remota cultura precolombina, frente al otro océano, el Pacífico.
Se supone, también, como bastante probable que la flor de lis original haya sido ese tridente de Poseidón, adoptado por los reyes franceses en su heráldica.
Aún cuando el simbolismo cristiano fue haciendo desaparecer el signo de la Oca en su simbolismo de tarso palmeado, éste se mantuvo en las cofradías de los maestros y compañeros Constructores pirenaicos que lo inscribieron en sus obras hasta muy entrado el siglo XVIII.
Este signo de la Oca se encuentra también en la historia de una Reina Pedauque (pata de oca), con un sentido de “iniciación”. Esta Reina Pedauque (no confundir con la historia de la Reina Patoja, variante también de pata de oca), parece ser originaria de la región de Tolouse en la vertiente francesa de los Pirineos. Ello parecería correcto, pues, tras las innovaciones de los bárbaros, y tal vez desde antes, había un solo camino iniciático en Occidente y su tradición se encuentra en los Pirineos, la costa cantábrica y la costa de las rías de Galicia hacia el atlántico abierto.
Asentados ya los godos en Francia y España, aparece en la construcción un llamado estilo visigótico que es, sin lugar a dudas, el de las cofradías de los constructores pirenaicos. Allí la firma de la pata de la oca se convierte ya en la concha de Santiago, recargada con florituras y con un dejo de helenismo debido a la influencia de los clérigos, una vez que la significación pagana se había perdido o, por lo menos, se disimulaba.
Charpentier hace un verdadero recorrido por el camino iniciático reconociendo la permanencia de la oca a todo su largo.
“Pero la oca la descubrimos (...) con su primitivo nombre de Oca o en su versión indoeuropea de “gansa” o “ansa”
“En la región de Jaca, origen del camino, tenemos así “Ansó”, en el “valle de Ansó”, no lejos del lugar estrellado, el “cuartel de Lizarra” (lugar de estrellas en vascuense). Volvemos a encontrarlo de nuevo en la de nominación de dos cursos de agua, que llevan su nombre o lo llevaron: el río “oja”, que Alfredo Gil del Río cree que primitivamente era río “oca” y que ha dado su nombre a la “Rioja”; luego otro “río Oca”, en los Montes de Oca, donde se encuentra un “Pico de la Piedraja” que, bien parece ser “Piedra del Jars (ganso)”, no muy lejos de un “Ocón”, lo cual resulta bastante expresivo”.
“Está también en los montes de León, inmediatamente al oeste de Astorga, en “el Ganso”, un “jars” ligur traducido por indoeuropeos”.
“No sé si es todavía este “jars” que hay que encontrar en el pueblo de Argozón, cerca de Chantada, donde se halla una asombrosa necrópolis céltica, pero es ciertamente la oca lo que encontramos otra vez en la ruta de Lalín a Compostela en el “Paso de la Oca”, que conduce quizá menos a Compostela que al “Pico Sacro”, la montaña sagrada que, según algunas leyendas, fue la primera sepultura del apóstol. Del otro lado de Compostela se encuentra, por otra parte, otra “Oca”, en el río Tambre, el cual desemboca precisamente en la ría de Noya (la de Noé) y baña las estribaciones del monte Aro”.
“Pues bien, esos lugares de la Oca están comprendidos todos en el camino delimitado por las dos hileras de estrellas (la Vía Láctea). El camino de la Oca coincide muy exactamente con ese Camino de las Estrellas, mar cado a lo largo de esa ruta, a donde se marcha en peregrinación desde hace milenios, con monumentos megalíticos entre los que está el dolmen más grande de la región pirenaica, el de El Villar, en la provincia de Alava”.
Esta es la tierra de los “juanes”, de los “luguianos” (Lug), de las cofradías y hermandades de la Oca, los constructores, los maestros en transformar la materia, capaces de “sacar la miel de la piedra” como decía San Bernardo.
La Cofradía de los Constructores
Ya en remotos tiempos los ligures fueron maestros talladores de la piedra. Este conocimiento fue traspasado a los compañeros de la oca, los maestros que peregrinaban en busca de la iniciación a las tierras de Compostela.
Cuenta la Biblia y la tradición que cuando el rey Salomón quiso construir el Templo de Jerusalén, solicitó la ayuda del rey de Tiro, para que los expertos fenicios iniciaran las obras. El rey de Tiro envió a Jerusalén al maestro Hiram, quien pertenecía a los ritos iniciáticos de Oriente. Los navegantes fenicios que recorrían todo el Mediterráneo y que incluso habían cruzado las Columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar) y que habían llegado a las costas atlánticas de Europa, se supone que conocían la maestría en el trabajo de la piedra en que eran famosos los “jacques”, los cofrades de la Oca. Es posible, entonces, que en toda la mano de obra que contrató Hiram para trabajar en la construcción del Templo de Salomón también hubiese miembros de esta hermandad pirenaica.
Esta vieja tradición quiere que el maestro Jacques haya sido el constructor de las columnas Jakin y Boaz. (Conocidas como columnas J y B).
Se ha dicho que era tan grande el número de los operarios que trabajaron en el Templo y que provenían de todas partes del mundo que ello parecía una Torre de babel por la profusión de lenguas que se hablaba. Para evitar confusiones, el rey Salomón ideó todo un sistema de signos para la comunicación entre maestros, compañeros y aprendices. Estos signos no sólo eran aplicables en cuanto a asuntos relacionados con la construcción misma, sino que también servían para identificar el grado: había signos de reconocimiento para maestros, para compañeros, para aprendices. Mediante el uso de tales signos se reconocía también el grado en el momento de pagar los servicios profesionales.
Esto dio origen a la leyenda del asesinato del maestro Hiram por “compañeros” que quisieron conocer el signo de reconocimiento de los “maestros”, para así cobrar una mayor paga y, para que una vez que se concluyera esa obra, pudieran presentarse como maestros en otros lugares del mundo.
Charpentier dice que este conjunto de signos es, al parecer, utilizado aún por los “Compagnons des Devoirs”. Los signos se encuentran dispuestos en un círculo, que lleva el nombre de “Péndulo de Salomón” y se halla de un modo u otro vinculado al Crismón.
Esta tradición también se mantiene hasta nuestros días en los ritos de iniciación de los “hijos de la Viuda”. La Francmasonería se considera la “Viuda”, después del asesinato del maestro Hiram.
Pero, volvamos a los “Jacques”, los de la cofradía de la Oca. Después de haber concluido la construcción del Templó de Salomón, los trabajadores de la piedra habrían formado numerosas cofradías en toda Europa y habrían aplicado sus conocimientos en la edificación de catedrales, palacios y castillos.
Según esta teoría, las cofradías son múltiples, pero las une el signo de la Oca, en sus diferentes posiciones (hasta en el Templo de Salomón se dice que quedó la pata de la Oca en forma de flor de lis).
Habría que destacar, curiosamente, que el Camino de Santiago de Compostela termina en la estrella del Can Mayor, que está al final de la Vía Láctea. Es curioso porque hasta el día de hoy, diversas hermandades de constructores tienen como “tótems” al Perro o al Lobo. Así se encuentra a los “Compagnons du Devoir de Liberté”, ex “Enfants de Salomón” que se llaman “Perros”. Por su parte, los “Compagnons Passants du Saint Devoir”, ex “Enfants du Maitre Jacques”, se llaman “Lobos”.
“Qué extraña iniciación los marcó para siempre con la estrella que está al final del Camino de Compostela?”.
Entre estas cofradías de constructores están los “cagots”, cuyas leyendas dicen que ellos también trabajaron en el Templo de Salomón Sin embargo, cofradías contrarias a ellos, los acusan de que en Jerusalén efectuaron mal sus trabajos, que asesinaron al maestro Jacques y que, incluso, fueron los carpinteros de la cruz de Jesús, el Divino Maestro.

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