Uno de los enigmas más interesantes de la Edad Media europea es la existencia y posterior persecución por parte de la Iglesia Católica de entonces, hasta prácticamente su exterminación, de las comunidades cristianas cátaras. Pero ¿Quienes eran los cátaros? El catarismo fue una filosofía que recogió los aspectos más humanos y esenciales del cristianismo. Aquellos hombres y mujeres se consideraban herederos de los apóstoles y de Jesús, siendo su libro de cabecera “El Evangelio según San Juan”. Predicaban también la igualdad entre los sexos y su nombre, “cátaros”, procede de un término del griego clásico que quiere decir “puros”.
Nunca podrían imaginarse estos eres humanos entregados al ascetismo y a la práctica del cristianismo más primitivo que un día su memoria se convertiría en una leyenda, enaltecida y enfatizada por las especulaciones acerca de un supuesto “tesoro de los cátaros”. Esta leyenda se originó en el siglo XIII en el sur de Francia, concretamente en la región del Languedoc. Se habla de que la noche antes de que cayera el castillo de Montségur, y con él la última comunidad cátara, después de diez años de dura resistencia al asedio, tres hombres se descolgaron por la pared más vertical de la impresionante montaña rocosa sobre la que se levanta la fortaleza, hoy en ruinas. Al amanecer se mezclaron con los sitiadores para pasar desapercibidos. Se cuenta que lo que salvaron y portaron consigo era el verdadero tesoro de los Cátaros.
Pero, ¿Qué riquezas podían tener unos hombres y mujeres que practicaban un auténtico voto de pobreza, detestaban todo lo material y no conocían la propiedad privada? Mucho se ha especulado sobre todo esto. Hay quienes dicen que las supuestas riquezas eran los donativos que habían ido recibiendo de nobles y ricos que simpatizaban con su causa. Otros se decantan por una versión más fantasiosa y no tienen dudas en afirmar que lo que salvaron esa noche los valientes escaladores fue nada más y nada menos que el Santo Grial, el cáliz que contenía la Sangre Real de Jesucristo.
También se conoció a los cátaros como “albigenses”, ese fue el término que les aplicaron sus detractores, o más exactamente “heregía albigense”, ya que se consideró una perversión de la doctrina de la Iglesia Católica. El nombre procede de la ciudad francesa de Albi. El catarismo surgió, al igual que otros movimientos religiosos, de las inquietudes y miedos surgidos en torno a la fecha mágica del primer milenio. Ante la incertidumbre que despertó el temor a que en el año mil se acabara el mundo, había que plantearse si las cosas se estaban haciendo bien y si se respetaba la esencia del cristianismo primitivo, de la que, crían entonces, cada vez se alejaba más la Iglesia de Roma La Santa Sede se iba envolviendo, poco a poco, en un mayor boato y erigiéndose, sin escrúpulos, en un órgano de poder terrenal.
Del Maniqueísmo tomaron una visión dualista del Universo, con dos principios básicos: el Bien y el Mal, la luz y las tinieblas. Para ellos Dios había creado el Cielo y Satán, el Ángel Caído, la Tierra, que era su reino, por lo tanto todo lo material era negativo y pecaminoso. La única esperanza de poder salvarse para el hombre era llevar una existencia pura y seguir las enseñanzas de Cristo que mostraba el camino de la redención Ya lo había dicho Jesús: “mi reino no es e este mundo”.
De su vida y sus obras se sabe sólo a través de los libros conservados y conocidos hasta hoy: tres tratados y dos rituales, además del padrenuestro cátaro. “Los buenos hombres” y “Las buenas mujeres”, como se les denominaba en la época, creían en la igualdad de todos los seres humanos y rechazaban la violencia en todas sus formas, incluso sobre los animales o cualquier ser vivo. Rechazaban también la pena de muerte, no llevaban armas y tampoco podían ir a la guerra. Por lo que se les puede considerar un antecedente de los actuales Movimientos Pacifistas.
Los cátaros consideraban que la justicia que se aplicaba en los países de Europa por entonces, la denominada “Justicia de Dios”, era demasiado dura. La consideraban inhumana y maligna, ya que olvidaba lo más importante de la doctrina cristiana: la caridad y el perdón. Basaban sus argumentos en la idea de que, en una sociedad gobernada por Lucifer, no es extraño que se den comportamientos diabólicos. Por ello, no eran partidarios del castigo de los presos, sino de su reinserción a través de la fe y del trabajo. Su lema era la tolerancia y la paciencia: Cómo no perdonarlo todo si ya vivimos atrapados por el Mal. Impregnados de una profunda sabiduría y paz interior, afirmaban que los hombres no tienen derecho a juzgar a otros hombres, que los motivos de sus acciones son demasiado complejos y demasiado secretos.
Los cátaros no obligaban a nadie a profesar su doctrina. Sus simpatizantes sólo se convertían en creyentes cuando se sentían preparador para una dura vida ascética en la que se practicaba también la castidad. Vestidos con pobres ropas y divididos en comunidades masculinas y femeninas, llevaban una existencia austera, se dedicaban a rezar, no comían carne y salían salir a predicar de dos en dos. Llevaban una vida a menudo dura y errante, de ciudad en ciudad, buscando trabajo y asentándose por una temporada. No creían en la propiedad privada, por ello trabajaban por cuenta ajena para ganarse la vida. Algunos eran médicos, otros tejedores o campesinos. En el ejercicio de sus labores diarias entraban en contacto con el pueblo creyente y conocían sus necesidades mejor que nadie. El dinero que obtenían lo repartían entre los pobres y necesitados a quienes ayudaban.
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